jueves, 14 de mayo de 2009

Loa al cagazo

La visión era sublime. El maillín se extendía hasta el precipicio, allí donde un tímido arroyo serpentaba hacia el abismo, pero suficiente para mantener todo un ecosistema. No era el único; a lo lejos y hacia la pared oeste de la montaña se podía oir e intuir una poderosa cascada. Asomados al despeñadero, se podía observar otro mundo, un universo de mayor diversidad escondido bajo las altísimas copas de los árboles, pero todo estaba tan lejos, tan a la distancia que se antojaba irreal. A nuestras espaldas la ladera pedregosa se alzaba imponente e inalcanzable, incluso en estos momentos en que ya habíamos logrado atravesarla. No veíamos el camino a seguir. Las marcas que nos guiaran hasta allí nos habían abandonado. Mas se abria entre la lenga un suerte de angosto camino que ladeaba la imponente montaña oeste, allí desde donde provenía el sonido de la cascada. Nos armamos de coraje y nos sumergimos entre la vegetación. Luchando constantemente por no perder el equilibrio con las ramas que se empeñaban en engachar nuestras pesadas mochilas. Luego de no poco esfuerzo llegamos propiamente a la ladera. La roca sólida y lisa de un lado, y el vacío del otro. Un precipicio temible que se desbarrancaba hacia una inifidad de Colihues cuyas ramas nos esperaban ansiosas para abrazarnos y depositarnos en el fondo del barranco. Más de una vez nos imaginamos cayendo caóticamente hacia ellos, golpeando y rebotando, sin poder detener la inexorable inercia que generaban nuestras mochilas. Nos veíamos deshechos en el fondo, rogando que al menos uno permaneciera en pie para conseguir ayuda, y aún así primero tendría que escapar de las montañas. Nos hallabamos a 3 días de marcha de todo vestigio de civilización. El desfiladero parecía leer nuestros pensamientos y se empecinaba en angostarse a cada paso, al punto de no poder colocar más de un pie a la vez y tratando de volcar el peso de la mochila hacia la roca. No es posible describir las sensaciones estomacales en esos momentos. Los labios pegados no emitían sonidos, sólo se oía las ramas quebrandose a nuestros pies y el envolvente sonido de la cascada que a cada paso se intensificaba. Por momentos el camino desaparecía completamente bajo nuestros pies y nuestro único sosten eran una angostas pero increíblemente resistentes ramas de lenga que nacían de entre las rocas. La oscuridad de la noche nos envolvió y el camino comenzó a desaparecer ante nuestros ojos. Acampamos en una suerte de claro cuya pendiente hubieramos deseado más amigable. Y allí pasamos la noche, casi sin dormir, rogando que las piedras no calleran desde la cumbre y arrastraran nuestra humanidad al fondo del abismo. Febo despertó en el Este y nos invitó a seguir renovando con sus rayos nuestras fuerzas y nuestros animos. Ya no había marcas en las piedras pero huellas frescas en la tierra nos invitaban a seguir. El camino se acabó repentinamente y continuaba diez metros adelante. En ese espacio se alzaba una pared vertical, como si alguien hubiera robado un trozo del camino. Algunas fallas en su lisa y resbalosa pared parecían poder darnos sosten hasta pasar al otro lado. Juntando todo el coraje del que disponía, que a esas alturas era escaso, nos lanzamos, uno tras otro, hacia ellos. Agarrando la roca con todas nuestras fuerzas y concentrando nuestra mente en no perder el equilibrio y fundamentalmente en no paralizarnos. Cuando llegamos al otro lado, el camino se ensanchó un poco, lo suficiente para que podamos avanzar con un poco más de tranquilidad. Pero no mucho más adelante tuvimos que detenernos nuevamente. Ya no oíamos nuestros pensamientos, el sonido del agua precipitandose era ensordecedor. La cascada se alzaba imponente ante nuestros ojos. Pudimos vadearla cuidando de no resbalar en la roca. En ese punto el camino acababa en una cuesta empinada. Las huellas acababan. Nos libramos de las mochilas y comenzamos a escalar con la ayuda de las ramas. Escuchamos entonces unas voces. Un sonido algo olvidado a esa altura. Eran los dueños de las huellas.
-Por acá no se puede seguir. Adelante es impenetrable. Estamos perdidos, debemos regresar!
Pocas veces como aquella tuve tanto cagazo, pocas veces como aquella disfruté tanto de ese cagazo. Perdido en medio de las montañas, rodeado por la magnificencia del lugar, era casi acogedor... o al menos hasta que nos percatamos que se acababan las provisiones.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Para las tardes de lluvia

Mi abuelo solía decir que en las tardes de melancolía en que uno se siente triste y distante, en los días en los que nos deprimimos, la mejor forma de reponernos es con poesía. Propongo que levantemos esas frentes marchitas con un verso de Becquer.

¿Vuelve el polvo al polvo?
¿Vuela el alma al cielo?
¿Todo es, sin espíritu,
podredumbre y cieno?
¡No sé; pero hay algo
que explicar no puedo,
que al par nos infunde
repugnancia y duelo,
a dejar tan tristes,
tan solos los muertos.

jueves, 28 de agosto de 2008

Lanzamiento: linea orate 2008


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miércoles, 27 de agosto de 2008

La danza de la lluvia

Manos en la espalda, torso inclinado, rítmico vaivén de las rodillas, leve torsión de los hombros a uno y otro lado con cada elevación de talones.
Los peatones curiosos se detienen a observar, los destinos ya no importan.
Los cuatro indios soplan sus instrumentos al son del baile del anciano.
Casi hipnótico.
Me detengo a observar. Ya soy uno más.
"¿Y si dios fuera uno de nosotros?" preguntó alguien alguna vez.
La sonrisa rompió el hechizo. Caminé una cuadra y subí al colectivo.

martes, 26 de agosto de 2008

¿Poesía?

Un fuego que relincha
en un rincón de la frontera
baila Antonia, la parodia
de ser alguien, alguien más

Danza entonces
un coyote
de pezones de colores

Danza entonces
un pavote
sin pasiones ni dolores

jueves, 21 de agosto de 2008

"Cualquier pelotudo tiene un bloc"

"Yo detesto el bloc, te lo digo, estoy en contra del bloc. No hay pelotudo que no tenga un bloc y ponelo en negrita. En la Argentina no hay pelotudo que no tenga un bloc o sea que no entro en un bloc así nomás. La mayoría de los que escriben bloc, un buen jefe de redacción le daría una patada en el culo y los echaría por la pésima prosa que tienen. Es decir, no es cuestión de decir 'aaah yo no escribo en ningún diario, en ninguna revista, voy a poner mi bloc'; no flaco, hay que saber escribir también, si no no le hagas perder el tiempo al que te lee, no lo agredas con tu mala prosa. Ese democratismo me parece realmente agraviante con el lector..."
-José Pablo Feinmann

miércoles, 13 de agosto de 2008

Poeta barato



Transcripción:

En la vieja estancia de McLoyd,
conversan la liebre y el ciervo,
al rico pan de un fuego bien construido.

Crujen los leños de coihue,
mientras Yo,
Francis Mallman,
disfruto de mi vino.